Las siete maravillas del mundo moderno
Dec 12, 2025
Las siete maravillas del mundo moderno es una lista de las obras arquitectónicas más sorprendentes que se mantienen en pie. Fue creada en el 2007 basada en cien millones de votos que se realizaron vía internet y SMS. Te contamos cuáles fueron las elegidas y la historia de cada una.
¿Por qué se eligieron siete maravillas del mundo?
Sabemos que en el mundo antiguo existían “siete maravillas”, entre las que destacan los Jardines Colgantes de Babilonia, el Coloso de Rodas, el Templo de Artemisa en Éfeso y el Faro de Alejandría. Hoy en día sólo sobrevive una de ellas: la gran pirámide de Guiza en Egipto.
Pero, ¿quién ideó la lista? Algunos investigadores la atribuyen a Filón de Bizancio, un científico que vivió entre los siglos I a.C. y I d.C., aunque no tenemos certeza de que así sea. La lista tiene un número arbitrario con obras sin nada en común más que lo digno de su admiración, el orgullo por su construcción y la emoción que causaba.
En el 2007, inspirada por la lista antigua, la empresa New Open Word Corporation organizó una votación pública donde miles de personas pudieron elegir cuál era, para ellos, el monumento más maravilloso del mundo. Se contabilizaron cien millones de votos vía internet y SMS y la ceremonia de premiación se transmitió por televisión en más de 170 países.
Éstos fueron los monumentos elegidos:
1. Coliseo Romano (Italia)
En este terreno se alzó alguna vez la Domus Aurea, el fastuoso palacio que el emperador Nerón (37–68 d. C.) mandó construir, rebosante de mármol, oro y piedras preciosas. Pero para los emperadores de la dinastía Flavia, aquella residencia simbolizaba la extravagancia y la corrupción del pasado. Por eso decidieron cubrirla y, sobre sus restos, levantar el Coliseo y otros grandes edificios públicos, transformando un espacio de lujo privado en un lugar destinado al pueblo romano.
Una de las mayores extravagancias de este palacio era el Coloso de Nerón, una estatua de bronce de 30 metros de altura que desapareció en el siglo IV d.C. De ahí que el anfiteatro se llame “Coliseo”.

La arquitectura se caracteriza por una estructura de arcadas jónicas, dóricas y corintias, cuyos arcos alojaban estatuas hoy perdidas. Debajo de la arena había un laberinto de túneles y cámaras que albergaban a quienes participaban en los juegos. Tenía una capacidad para 50,000 espectadores, protegidos del sol por un enorme toldo retráctil. Las personas eran asignadas en los asientos según su condición social: los de primera fila en el nivel inferior estaban reservados para el emperador y los senadores; detrás había un área destinada a los équites (caballeros); luego venían las clases medias; y en la parte más alta se encontraban espacios para el vulgo, los esclavos y las mujeres sin rango.
El Coliseo fue sumamente popular por sus combates de gladiadores, representaciones de batallas navales y, en numerosas ocasiones, los espectadores eran sorprendidos por la aparición de animales exóticos como rinocerontes, panteras y osos. En él se mostraba lo más grande que el imperio podía ofrecer.

Reconstrucción del Coliseo Romano
Su decadencia comenzó en la Edad Media, cuando se celebró el último espectáculo de gladiadores. Aunque durante un tiempo funcionó como iglesia, fortaleza y cementerio, el Coliseo fue abandonado y los terremotos, la contaminación y el saqueo de sus decoraciones y asientos de mármol hicieron que se deteriorara rápidamente. Su preservación comenzó hasta el siglo XIX gracias al papa Pío VIII. Desde entonces se convirtió en una de las principales atracciones turísticas de Roma y hoy recibe cerca de siete millones de visitantes al año.
Si quieres conocer más sobre la vida cotidiana y política en la Antigua Roma, te recomiendo los documentales de la historiadora Mary Beard que puedes ver dando click aquí.
2. Chichén Itzá (México)
En maya, Chichén Itzá significa “boca del pozo de los itzaes”. La primera parte del nombre hace referencia al Cenote Sagrado. Para las culturas mesoamericanas, las montañas, cerros, cuevas y cenotes, eran lugares sagrados donde se encontraban las entradas principales al inframundo y moraban los dioses. Por otra parte, los itzaes fueron los habitantes de un importante pueblo milenario que, según la leyenda, fundó esta ciudad.
Aunque su origen se remonta a tiempos antiguos, la ciudad alcanzó su apogeo entre los años 1185 y 1294 d.C. Al igual que ocurrió con otras ciudades como Teotihuacán, fue abandonada y el sitio sirvió como escenario para peregrinaciones y ceremonias de otros pueblos.
Hoy en día, Chichén Itzá es uno de los sitios arqueológicos más fascinantes del mundo. Abarca alrededor de 15 kilómetros cuadrados e incluye numerosos conjuntos arquitectónicos: basamentos piramidales, templos, un juego de pelota y un observatorio astronómico que seguía los movimientos del planeta Venus, lo que indica la riqueza de la vida espiritual y científica en la civilización maya.
Vista aérea del sitio
Su edificio más icónico es el Castillo, una pirámide que domina la plaza central, con 30 metros de altura y 364 escalones distribuidos en sus cuatro lados. Está coronada por un templo con entradas orientadas hacia los cuatro puntos cardinales. En su interior se descubrió una subestructura con ricas ofrendas, entre las que destacan discos solares elaborados con mosaicos de turquesa y concha. Este monumento causa tal admiración que, incluso en tiempo de la conquista, exploradores y cronistas lo visitaban para admirarlo.
Cada equinoccio de primavera, la pirámide atrae a miles de visitantes gracias al ingenioso juego de luces y sombras diseñado por los antiguos mayas: parece que la serpiente emplumada, Kukulcán —conocido como Quetzalcóatl en el centro de México— desciende por la escalinata norte y cobra vida al unirse con la cabeza esculpida de la serpiente en la base.
Kukulcán en el Castillo durante el equinoccio de primavera
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3. Cristo del Corcovado (Brasil)
El Cristo Redentor es una estatua colosal en la cima del Monte Corcovado, Río de Janeiro, y su diseño está rodeado de muchas curiosidades. La primera es que se trata de la escultura de estilo art déco más grande del mundo, con 30 metros de alto. No sólo domina el paisaje urbano, también se ha convertido en un ícono nacional que simboliza la fe, hospitalidad e identidad del pueblo brasileño. Se dice que, incluso, su silueta puede observarse desde cualquier rincón de Río de Janeiro.
¿Por qué se construyó semejante escultura? En 1921 la arquidiócesis de Río pensó en construir un monumento cristiano en la cima del monte, con el objetivo de reafirmar la presencia y valores de la iglesia católica en la sociedad brasileña.
Se decidieron por la figura de Jesucristo y anunciaron un concurso para definir su diseño. El ganador fue Heitor da Silva Costa; sin embargo, el resultado final fue producto de varias colaboraciones con otros artistas. Los brazos abiertos de Jesucristo simbolizan la paz, acogida y protección divina. Fue elaborada con hormigón armado, y su superficie está recubierta con mosaico de miles de pequeñas piezas triangulares, hechas con esteatita, una piedra resistente al calor y la humedad.

Otra pregunta que surge es, ¿cómo se financió este proyecto tan monumental? El costo por la construcción fue de 250,000 dólares de entonces, lo que hoy equivaldría a varios millones de dólares. El dinero fue recaudado gracias a la iglesia, a través de donaciones privadas y campañas públicas. Miles de brasileños contribuyeron con pequeñas donaciones en urnas que se instalaron en iglesias y espacios públicos.
Una última curiosidad es que, aunque hoy es posible acceder a los miradores mediante elevadores y escaleras mecánicas, existe una serie de escaleras internas que recorren el interior del monumento. Quienes se aventuran por este camino pueden encontrar, a la altura del pecho de la figura, un corazón tallado y decorado con mosaicos. Dice la leyenda que en su interior se encuentran los nombres de los constructores y sus familiares.
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4. La Gran Muralla (China)
La Gran Muralla es uno de los proyectos arquitectónicos más impresionantes de la humanidad. Comenzó a construirse en el siglo VII a. C., cuando diversos reinos chinos levantaron muros para protegerse de sus enemigos cercanos. Así, los Chu, Qi, Wei, Zhao, Yan y muchos otros grupos, tuvieron sus propias murallas.
Estas construcciones se unificaron por primera vez durante la dinastía Qin, cuando Shihuangdi, el primer emperador de una China unificada, ordenó conectar los muros existentes. La etapa más reconocible y conservada de la Gran Muralla es la que se construyó durante la dinastía Ming (1368–1644), quienes transformaron el muro en una verdadera fortaleza de piedra y ladrillo.
Entre los elementos más destacados de la muralla se encuentran: las torres de vigilancia, los fuertes, los pasos estratégicos y los faros, que se usaban para enviar señales mediante fuego y humo. No sólo era utilizada para la defensa militar, también controlaba el comercio, los movimientos de las personas y simbolizaba la unidad del imperio.

Hoy la Gran muralla se extiende por 21,000 kilómetros, atravesando montañas, colinas, ríos y desiertos. Su historia es tan larga e impresionante, que existen numerosas leyendas sobre ella. Por ejemplo, algunas personas creen que se utilizaron huesos humanos como material de construcción. Esta creencia surgió porque se encontraron restos óseos de miles de personas que, en realidad, murieron durante la edificación de la muralla y fueron enterradas allí, víctimas de la exposición a climas extremos, la desnutrición, enfermedades o accidentes.
También se dice que la Gran Muralla se ve desde el espacio, pero esto es un mito. Aunque su longitud es imponente, su anchura es de apenas 6.5 metros, imposible de distinguir a simple vista desde el espacio. Esta creencia se originó cuando algunos astronautas confundieron la estructura con un río y afirmaron haberla visto.
En 1987, la UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad. A pesar de los siglos y los cambios políticos, la Gran Muralla sigue de pie como un símbolo de la resistencia, la ingeniería y la cultura china.
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5. Taj Mahal (India)
A orillas del río Yamuna, en la ciudad india de Agra, se alza uno de los monumentos más bellos y famosos del mundo: el Taj Mahal. Esta maravilla arquitectónica fue construida entre 1632 y 1653 por orden del emperador mogol Shah Jahan en el siglo XVII como un homenaje a su esposa favorita, Mumtaz Mahal, quien murió durante el parto de su decimocuarto hijo. Lo que comenzó como un acto de amor, se transformó en una obra maestra de la arquitectura indoislámica.

El Taj Mahal se encuentra en un extenso jardín de casi 17 hectáreas. La tumba se levanta sobre una plataforma cuadrada con cuatro minaretes en las esquinas, una innovación que le da un efecto tridimensional único. En su interior se encuentran los cenotafios —réplicas simbólicas— de Mumtaz Mahal y Shah Jahan, rodeados por una exquisita celosía de mármol decorada con incrustaciones de piedras preciosas que forman flores casi reales. Las verdaderas tumbas reposan en una cripta inferior, como era tradición en las tumbas imperiales mogolas.
Monumentos funerarios al interior
El diseño del Taj Mahal destaca por su simetría perfecta y su juego de luces y sombras, que hacen al mármol cambiar de tono según la hora del día: rosado por la mañana, dorado al atardecer y plateado bajo la luz de la luna. Además de la tumba principal, el complejo incluye una mezquita y una casa de huéspedes, construidas en arenisca roja para resaltar el mármol blanco del mausoleo.
Complejo completo con mezquita y casa de huéspedes
A lo largo del tiempo, el Taj Mahal ha resistido terremotos, guerras y la contaminación del aire, que actualmente se controla mediante sistemas de monitoreo ambiental. Pese a las restauraciones realizadas desde la época colonial, su autenticidad y belleza original se han conservado intactas. Aunque el Taj Mahal es recordado como un símbolo amoroso, también es un testimonio del genio artístico de una época.
6. Petra (Jordania)
Petra, en el desierto jordano, es un testimonio del ingenio humano y de la riqueza cultural de los nabateos, quienes la convirtieron en su capital y centro comercial más importante en la antigüedad.
Fundada por los edomitas y más tarde conquistada por los nabateos, Petra floreció a partir del siglo IV a.C. gracias a su posición estratégica en las rutas de comercio de especias que conectaban Arabia, Egipto, Siria y el Mediterráneo. Durante su apogeo, albergó entre 10,000 y 30,000 habitantes y fue famosa por su avanzado sistema de gestión del agua, esencial para sobrevivir en un entorno árido. Sin embargo, tras la conquista romana en el año 106 d.C., la ciudad comenzó un lento declive, agravado por terremotos y el cambio de las rutas comerciales. Petra fue finalmente abandonada y quedó en el olvido hasta que en 1812 el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt la redescubrió.
Tesoro de Petra
Lo que hace única a Petra es su arquitectura excavada directamente en la roca arenisca. El Tesoro (Al Khazna), con su imponente fachada de 40 metros de altura, es el monumento más emblemático. Aunque su función exacta sigue siendo objeto de debate, se cree que pudo ser una tumba real o un templo. Otro destacado es el Monasterio (Al Dayr), una estructura monumental que, durante la época bizantina, fue utilizada como iglesia. Ambos reflejan la maestría de los nabateos en la talla de piedra y su capacidad para fusionar estilos arquitectónicos helenísticos y orientales.
Monasterio de Petra
A pesar de su fama, se estima que solo el 15% de Petra ha sido excavado, lo que sugiere que aún quedan muchos secretos por descubrir bajo la arena del desierto. Además, su aparición en películas como Indiana Jones y la última cruzada ha contribuido a su popularidad, aunque en la realidad, el interior del Tesoro no alberga túneles ni tesoros ocultos. En 1985, Petra fue declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO. Hoy en día, Petra recibe más de un millón de visitantes al año, atraídos por su historia, arquitectura y el misterio que aún envuelve a esta ciudad esculpida en piedra.
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7. Machu Picchu (Perú)
Machu Picchu, conocida como “La Ciudadela”, es una de las maravillas más impresionantes que dejó el Imperio Inca. Construida en el siglo XV y abandonada poco después de la llegada de los conquistadores españoles, Machu Picchu permaneció oculta durante siglos. No fue hasta 1911 que el explorador Hiram Bingham la dio a conocer internacionalmente. Su aislamiento y la vegetación que la cubría permitieron que sus estructuras se conservaran en excelente estado, manteniendo su autenticidad.
La ciudadela se compone de unas 200 estructuras repartidas sobre una empinada ladera. Está dividida en dos zonas: una agrícola, con espectaculares terrazas de cultivo, y otra urbana, con espacios ceremoniales, religiosos y residenciales. La plaza principal separa ambas áreas. Entre sus construcciones más icónicas están el Templo del Sol, la Intihuatana (una misteriosa piedra relacionada con la astronomía inca) y la Sala de los Espejos de Agua.

El diseño de Machu Picchu es un ejemplo sobresaliente de cómo los incas trabajaban con el entorno natural. En lugar de imponer sus construcciones, las integraban en el paisaje. Los muros de piedra encajan perfectamente sin necesidad de mortero, y sus canales de agua e infraestructura agrícola revelan un profundo conocimiento del medio ambiente.
Además de su valor cultural, Machu Picchu se encuentra en una zona de altísima biodiversidad. Forma parte del Santuario Histórico de Machu Picchu, que abarca más de 32,000 hectáreas entre los Andes y la cuenca del Amazonas. Allí se encuentran desde pastizales de altura hasta bosques nubosos llenos de especies endémicas de flora y fauna.
Sin embargo, no todo es perfecto. El aumento masivo de turistas ha traído consigo retos importantes, desde la presión sobre los ecosistemas hasta el impacto en la infraestructura local. Por eso, el sitio cuenta con una unidad de gestión encargada de su protección, que busca equilibrar la conservación con el turismo sostenible.
Autora

Sara Padilla. Licenciada en Historia por la Universidad Autónoma de Aguascalientes y escritora con estudios en Escritura Creativa y Crítica Literaria por la Universidad Nacional Autónoma de México.